Parada en Cervo de
viajeros de antaño, de siempre...
Si algo tiene de bueno
la actualidad es: poder acceder a la información pasada y presente
desde un ordenador; haber llegado en excelentes condiciones físicas
y mentales a la altísima condición de abuelo, con capacidad para
hacer balance de una vida en el seno de la sociedad entre dos
siglos-XX y XXI-.
Cuando repaso la
biografía de Cervantes, en el cuarto centenario de su muerte,
encuentro razones para trasladar al Quijote, gran parte del
pensamiento que dejó en su encéfalo, vivencias del trascurrir por
dos siglos -XVI y XVII- una vida azarosa pero al mismo tiempo preñada
de experiencias que se podrán comparar con la famosa frase del Don
Juan de Zorrilla -siglo XIX-: " yo a las cabañas bajé/ yo a
los palacios subí/ yo los claustros escalé/ y en todas partes dejé/
memoria amarga de mí..."
Y es que en noviembre,
cerca del animal fuego en una Lareira de Lourenzana, escuchando un
hermoso piano, entre amigos músicos, hay inspiración para un
gallego viajero que, siempre estuvo de paso, hasta regresar a casa;
nuestra Mariña, que sabe interpretar las campanadas de las iglesias,
dejando a los faros la misión de vigías eternos, desde la tierra al
horizonte marino, dónde se juntan cielo y aguas, a pesar del
esfuerzo que cuentan, los Dioses del Olimpo, encomendaron a Hércules.
Qué más da lo sucedido
en yankilandia. Qué más da la crisis de los socialistas. Qué más
da el engaño de las encuestas. Qué más da la campaña del Corte
Inglés para convertir la Navidad en la fiesta del consumo. Qué más
da el papanatismo con adicción al moderno e infernal Smartphone.
Nosotros, los gallegos, en el mes del Tenorio, debemos responder con
aquello de: "cuan gritan esos malditos/ más mal rayo me parta/
si terminando esta carta/ no pagan caros sus gritos...".
Cuando estaba en el
kilómetro cero de la España centralizada en Madrid, desde Felipe
II, los mariñanos vivíamos entre los recuerdos de la última
estancia en Viveiro, y la esperanza del regreso vacacional a las
playas de Cervo. Cuando estaba en la Barcelona bohemia, además de
probar el seny de un pueblo Mediterráneo, culto y emprendedor, me
preguntaba, cuáles eran las razones para que mi Galicia no tuviera
lo que disfrutaban los discípulos de Auxiás March, o los seguidores
de Salvador Espriu. Cuando estaba en la capital de la Euskadi
orgullosa con sus Derechos Forales llevados a la esencia de Autonomía
para ser fragmento de Estado, me preguntaba: ¿cuándo lograremos los
gallegos ser y estar en nuestra patria, viviendo como gallegos y en
gallego?.
Y es que a la postre, lo
que nos debe importar es lo que cada uno de nosotros hace para
cambiar el mundo. Ese recuncho al que pertenecemos. El legado de la
Xeración Nos. Y es que, Galicia debe ser nuestra meta. Un lugar
dónde quepamos todos los gallegos, sin tener necesidad de hacer las
maletas en busca de otro animal fuego.
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