Otro
mundo existe -siempre lo creímos- paralelo a éste, de lectura
diferente, donde la normativa y la información se dan la mano.
Prueba de ello es la noticia aparecida en la prensa el 14 de
diciembre donde tuvimos conocimiento de la reconversión del faro de
la Isla Lobeira, en la Ría de Corcubión : parece ser que
« pronto podría seguir el camino de la isla Pancha ».
Pero qué camino tan diferente.
El
inicio de la aventura comienza con la necesidad de preservar un
patrimonio común que se estaba cayendo a pedazos. Salvar un faro en
ruinas cuya cubierta se había desplomado y donde la asociación a la
que había sido cedido carecía de los medios necesarios para
garantizar su conservación y hacer frente a esta situación de
urgencia. Hay que decir que en Ribadeo desconocemos aún la situación
de urgencia que llevó a adjudicar la explotación del faro de la
Isla Pancha pues, como reconoció el propio concesionario en una
emisión de televisión, se vio sorprendido al ver el buen estado en
que se encontraba el edificio. Lo que nos lleva a la conclusión de
que al proyecto de la Isla Pancha le faltó desde el principio una
razón de ser.
En
el BOE del pasado 13 de diciembre se publica la solicitud de la
empresa « Porto Muíños » para la rehabilitación y
explotación del faro, al tiempo que se abre un período de un mes
para la presentación de otras ofertas. Un concurso público, parece
que lo llaman, y que implica la igualdad de oportunidades para
otras iniciativas. Y ello, amplificado por un detalle nada
despreciable, y es la difusión de la actualidad en los medios en
tiempo real, para divulgar la noticia que concierne a todos,
propiciar ese margen de maniobra para la presentación de otras
propuestas, y para forjarse y expresar una opinión. Información, lo
llaman, también, en su conjunto : tener un detalle con la
población, que todos sepan qué va a pasar con su herencia cultural,
con su patrimonio, con sus símbolos, que todos puedan valorar las
actuaciones de los distintos intervinientes en el proceso para
propiciar lo que también en algunos lugares llaman la
« participación ciudadana ».
Información
a raudales, un derecho de luz cegadora para los ojos acostumbrados a
las brumas de la Isla Pancha.
En
esa realidad paralela de Corcubión existen otros puntos inversamente
proporcionales, como la, aquí, aparatosa idea de viabilidad
económica. Pues allí parece ser una condición indispensable para
aceptar cualquier propuesta, mencionada por el promotor del proyecto
y el alcalde de la localidad al unísono : tendrá que resultar
viable. ¿Dónde se nos perdió a nosotros la idea ? ¿Quién
dijo que sería rentable un hotel de dos suites? ¿Quién hizo
el estudio ? ¿Dónde está el resultado ?
El
alcalde de la localidad asegura que seguirá de cerca el estudio de
la viabilidad y también de la pertinencia de cada iniciativa
presentada. Un alcalde que se involucra en el proceso, que compara,
coteja, que busca soluciones, que es actor del destino de su
localidad, se erige en protector de un patrimonio en peligro y
dialoga con Puertos para salvarlo. Recordemos que en Ribadeo la
historia se construyó al revés : el proyecto « Faros de
España » ancló sus carabelas para hacer sus Américas
particulares en una isla salvaje, con actores que ya habían pasado
el casting hacía tiempo, con un plan preestablecido al que se le
desplegó una alfombra roja que brillaba como un espejismo.
Por
último, el proyecto propuesto para la isla Lobeira se presenta desde
una perspectiva ambiental y de sostenibilidad. Cuántos cuidados para
algo que se está desmoronando : nosotros, que tenemos una isla
y un faro que es el sueño de cualquier fotógrafo ni siquiera
tenemos noticia del impacto ambiental del único proyecto posible ni
de las actividades derivadas de éste en un lugar de interés
comunitario y zona de especial protección para las aves. Otro papel
que se llevó el viento, y cuya ausencia permite, al parecer, sacar
tierra y meter cemento.
El
poder darle el destino y el sentido más ajustado y respetuoso a
nuestro patrimonio debería situarse sobre el mismo plano de la
realidad, en dos lugares donde las normas son las mismas así como
los cargos encargados de aplicarlas.
Sin
embargo, otro mundo existe, y sin salir de Galicia.
Ahora
ya lo sabemos.
Covadonga
Suárez, miembro del colectivo “Por nuestro faro”
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