Cuenta George Borrow que tras estar en Corcubión, pasando por Compostela, emprende el camino desde Galicia hacia Asturias. A pesar de marearse, descubre la magia de cruzar rías con embarcaciones a remo, mientras la tripulación canta en gallego; y así hasta llegar a Ferrol. Le duele la ruina de aquella ciudad- tras el desastre de Trafalgar- que supo de carpinteros de ribera constructores de las fragatas para la Marina de España. "Soy la viuda de un valeroso oficial que llegó a ser Almirante". Toda una foto del momento...Mientras, queda asombrado por la grandiosidad de los astilleros, que señala como muy superiores a los de Rusia e Inglaterra, dando fe de un glorioso pasado naval.
Entre las lluvias del otoño norteño y propio de nuestro Cantábrico, acompañado por su fiel Antonio da Traba, Llegan a la ciudad de Viveiro, con la luna mostrando sus murallas. Siguen su viaje, bordeando la costa, y se detienen en Foz, camino de Ribadeo. Ensalza la categoría portuaria comercial de la ciudad en la desembocadura del Eo. Cruza en barcaza la ría, acompañado de Martín, un gallego alegre, al que avergüenza la actitud de pillabanes a la caza del viajero. Llega hasta Castropol, entre canciones marineras. Y, como no puede ser de otra manera, surge la leyenda-conto: Los duendes de dos frailes franciscanos mendigantes, que llegaron a matarse en una discusión sobre cuál de los dos había logrado mejor limosna. Sus almas, vagan en pena por los caminos del antiguo reino de Galicia, que llega hasta el Navia.
Cualquier disculpa, incluso la de vender Biblias en lugares recónditos, es una buena iniciativa para quien tiene alma inquieta y espíritu de aventurero, que prefiere al pueblo llano, antes que a decadentes patricios. Y así emerge una imagen. La que nosotros mismos, los de aquí, no vemos, o no nos dejan ver, mientras los de fuera, son capaces de apreciarlo- la estricta realidad y el valor de los hechos-
Don Jorgito el Inglés, con una juventud bohemia, casi vagabunda, admira al pueblo gitano, sabe idiomas, trabaja para la Sociedad Bíblica Británica que le hace viajar a Rusia, Portugal, España, dónde llega a ponerse al frente de una librería en la calle del Príncipe en Madrid, mientras vive por los alrededores de la Puerta del Sol.
Hace unos días, en un mesón-cantina del puerto del Vicedo: Carlos Nuevo Cal, Vicente Miguez, Andrés Díaz, David, Tino y yo mismo, dedicamos la tertulia a su viaje en 1842.
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