Alumno de mi inolvidable Universidad Complutense de Madrid, que sin duda sigue dando libertarios, rebeldes frente a lo oficialmente correcto, enemigos del pensamiento único y ciudadanos cultos, por tanto inquietos y comprometidos con la más hermosa de las revoluciones: cambiar el mundo.
Éxito de público, ávido de conocer en la distancia más corta, aun chaval alto y delgado, fruto del 15-M y fruto de esa Universidad Pública a la que hemos estado mirando muchos años para aguardar que sacara a las calles, tribunas e Instituciones Públicas, lo mejor del pensamiento. Y es que si algo tiene PODEMOS es su contribución a la nueva generación de dirigentes en una sociedad anestesiada, huérfana, controlada por el capitalismo y sus herramientas para volver al feudalismo en pleno siglo XXI.
Creo que Íñigo estuvo en la ciudad que da nombre a la Ría, con el freno de mano puesto. Quizá por sus antecesores en la tribuna. Quizá por cómo nos ven desde la Meseta: pueblo conservador, envejecido, que entre protestar, luchar, y exigir derechos, opta por hacer las maletas...De tanto no querer dar miedo -siempre la gestión del miedo- fue un filósofo impecable en las formas y en el fondo del discurso. Yo esperaba un grito revolucionario. Dado que hemos agotado el sistema, procedamos a romperlo, para construir otro sistema acorde con las raíces históricas de la democracia, que no es la partitocracia.
La ciudadanía está presa y sometida a la verdad de unos pocos. Los que han convertido la Europa de los ciudadanos en una Europa para hacer negocios, explotando al hombre, dándole la espalda al humanismo del Renacimiento, permitiendo esa repugnante doctrina sobre competir con los pueblos sin derechos, transformando los derechos sociales en mercancías, cuando deberían ser nichos de empleo y al mismo tiempo, -aquí sí que estuvo claro- progresismo supone que las generaciones presentes tenemos el derecho y el deber de trasladar la esperanza a las generaciones futuras. Lo que no puede ser de recibo es, que los próximos habitantes de la tierra, vivan peor que nosotros, a inventario favorable de esas élites que: mandan, prestan, cambian, sacrifican, dan dicterios y hacen de los sofismas, teorías e inventos a los que conceden el Premio Nobel.
Hay que volver a enseñar ética. Y examinar de tal a los dirigentes. Quien no apruebe no debe ser representante del pueblo. Y el primer capítulo de tal refundación de la democracia supone, dejar muy claro que los partidos políticos son meros intermediarios entre el pueblo soberano y las Instituciones Públicas.
Curiosamente, en el coloquio, nadie preguntó por el papel de PODEMOS en Cataluña, como nadie preguntó qué ventajas puede tener para los gallegos una reforma Constitucional, máxime si se opta por un modelo Territorial asimétrico, a fin de mantener los Derechos Históricos de los vasco-navarros y las reivindicaciones de Cataluña.
A veces creo que de tanto hablar de la corrupción, amén de no ser capaz de castigarla como se merecen sus actores, estamos olvidando no sólo los derechos del Estado para el Bienestar y la igualdad de oportunidades; es que nos olvidamos del impacto brutal que tiene la revolución tecnológica en el mercado laboral. Y sin trabajo estable, son salario digno, ni hay pensiones, ni se puede ejercer con dignidad la ciudadanía.
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