Que dor de cabeza! |
"Martes, 21 de abril de 2020
Resulta que en el mundo entero hay una carencia dramática de dos objetos sanitarios claves para sofocar la pandemia. Mascarillas y respiradores. Uno, las mascarillas, un producto de baja tecnología pero que por razones de coste, productividad y división internacional del trabajo ha quedado confinado a ser producido en la factoría del mundo, en China. El otro ejemplo, respiradores con ventilación Han terminado siendo un producto de muy alta tecnología con una cadena de incorporación de valor muy sofisticada que implica la colaboración de infinidad de nudos técnicos y logísticos y se ha visto reducido a ser un producto exclusivo de un club de empresas multinacionales.
Únase a ello la filosofía de aprovisionamientos basada en el stock reducido, lo que conocemos por just in time, un invento japonés que implica una cadena de gestión muy vertical, propia de los negocios multinacionales. Siempre existíría la posibilidad de organizar por parte del estado sistemas de almacenamiento estratégico ante demandas imprevistas y catastróficas. Pero incluso en este caso cabe la posibilidad de que también hubiera sido insuficiente.
Algo funciona mal sin duda. Si la producción de elementos fundamentales para la salud, por ejemplo medicamentos y productos hospitalarios, responde a una lógica global y luego resulta que la gestión de crisis y de catástrofes asumen el modelo nacional es imposible que las cosas funcionen. Y más difícil todavía, si como en tantos fenómenos físicos opera la ley de la entropía, una crisis de las proporciones actuales llevaría el sistema mundial de salud al caos y a la inoperancia.
Podríamos haber optado por modelos de producción más locales. Por adaptaciones técnicas que permitiesen el uso de respiradores de tecnología más simple. De hecho existen esos modelos pero se ha preferido ir hacia lo sofisticado y cerrar la vía a esas otras posibilidades. Por defender nichos de negocio, por defender patentes de cierto origen o por modelos económicos basados en la exclusión de competidores.
Lo mismo podríamos decir de las mascarillas. Proteger la producción local en productos estratégicos resulta vital. Y no hace falta ser un tecnólogo de la producción textil para imaginar sistemas de producción eficientes. Una empresa del grupo de cooperativa de Mondragón ha conseguido poner en marcha una producción española capaz de satisfacer la demanda completa del país.
Todo esto nos lleva a pensar que los estados, las administraciones públicas, tratarán de recuperar políticas que tradicionalmente se han amparado bajo el paraguas de "industria nacional". Un concepto que implica el uso de subvenciones, incluso de nacionalizaciones, a favor de productores locales. Algo que en muchas ocasiones está prohibido por las normativas multilaterales.
En definitiva: el proteccionismo, la soberanía nacional, el nosotros primero se convertirán en razón de ser fundamental de la política Internacional. En detrimento de la cooperación y/o de la competencia globales. El balance final de ese juego de fuerzas nadie lo conoce. Unos países mejorarán, otros empeorarán. Tiempo habrá de volver sobre el asunto. Me temo que el debate económico va a dominar la agenda de los medios y de la ciudadanía. Perdonen la chapa en cualquier caso.
Mañana será otro día.
Ángel"
Resulta que en el mundo entero hay una carencia dramática de dos objetos sanitarios claves para sofocar la pandemia. Mascarillas y respiradores. Uno, las mascarillas, un producto de baja tecnología pero que por razones de coste, productividad y división internacional del trabajo ha quedado confinado a ser producido en la factoría del mundo, en China. El otro ejemplo, respiradores con ventilación Han terminado siendo un producto de muy alta tecnología con una cadena de incorporación de valor muy sofisticada que implica la colaboración de infinidad de nudos técnicos y logísticos y se ha visto reducido a ser un producto exclusivo de un club de empresas multinacionales.
Únase a ello la filosofía de aprovisionamientos basada en el stock reducido, lo que conocemos por just in time, un invento japonés que implica una cadena de gestión muy vertical, propia de los negocios multinacionales. Siempre existíría la posibilidad de organizar por parte del estado sistemas de almacenamiento estratégico ante demandas imprevistas y catastróficas. Pero incluso en este caso cabe la posibilidad de que también hubiera sido insuficiente.
Algo funciona mal sin duda. Si la producción de elementos fundamentales para la salud, por ejemplo medicamentos y productos hospitalarios, responde a una lógica global y luego resulta que la gestión de crisis y de catástrofes asumen el modelo nacional es imposible que las cosas funcionen. Y más difícil todavía, si como en tantos fenómenos físicos opera la ley de la entropía, una crisis de las proporciones actuales llevaría el sistema mundial de salud al caos y a la inoperancia.
Podríamos haber optado por modelos de producción más locales. Por adaptaciones técnicas que permitiesen el uso de respiradores de tecnología más simple. De hecho existen esos modelos pero se ha preferido ir hacia lo sofisticado y cerrar la vía a esas otras posibilidades. Por defender nichos de negocio, por defender patentes de cierto origen o por modelos económicos basados en la exclusión de competidores.
Lo mismo podríamos decir de las mascarillas. Proteger la producción local en productos estratégicos resulta vital. Y no hace falta ser un tecnólogo de la producción textil para imaginar sistemas de producción eficientes. Una empresa del grupo de cooperativa de Mondragón ha conseguido poner en marcha una producción española capaz de satisfacer la demanda completa del país.
Todo esto nos lleva a pensar que los estados, las administraciones públicas, tratarán de recuperar políticas que tradicionalmente se han amparado bajo el paraguas de "industria nacional". Un concepto que implica el uso de subvenciones, incluso de nacionalizaciones, a favor de productores locales. Algo que en muchas ocasiones está prohibido por las normativas multilaterales.
En definitiva: el proteccionismo, la soberanía nacional, el nosotros primero se convertirán en razón de ser fundamental de la política Internacional. En detrimento de la cooperación y/o de la competencia globales. El balance final de ese juego de fuerzas nadie lo conoce. Unos países mejorarán, otros empeorarán. Tiempo habrá de volver sobre el asunto. Me temo que el debate económico va a dominar la agenda de los medios y de la ciudadanía. Perdonen la chapa en cualquier caso.
Mañana será otro día.
Ángel"
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