Un libro en una mesa de Toma Café, en la plaza de Olavide. |
"Jueves, 23 de abril de 2020
'Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros.'
Franz Kafka.
Y un libro, muchos libros, están siendo nuestros amigos más cercanos en esta cuarentena.
Hace unos años Know Square, una cooperativa del conocimiento como ellos se definen, por cierto que acaban de presentar un año más su Premio del Libro de Empresa, me pidió un pequeño texto en defensa del libro como soporte cultural y científico. Algunas de las notas siguientes proceden de ese trabajo.
El ciego Tiresias le decía a Edipo -a través de la pluma de Sófocles-: “No quieras saber”. “Sapere aude”, atrévete a saber, contestaba Horacio cuatro siglos después.
La imprenta de Gutenberg parece más el resultado de un proceso de lo que hoy llamaríamos innovación colectiva que la obra de un solo hombre. De alguna forma el libro tipográfico ha sido un protagonista esencial del conocimiento. Pero si tenemos que acotar el marco cultural e histórico en el que el libro alcanza su mayor y mejor influencia tenemos que señalar a los enciclopedistas y el ascenso de la burguesía al poder como momentos decisivos. La revolución industrial nace de la investigación y de la ciencia. El libro de papel y las industrias culturales asociadas al mismo han sido el instrumento ideal del tiempo de la ilustración y de la modernidad.
Pero hoy la cultura escrita tiene que competir como instrumento de formación y difusión con las artes y los soportes visuales, con los lenguajes de programación y con otras manifestaciones culturales mestizas que agrupadas bajo el pabellón de la industria del entretenimiento, de la televisión y del video. En el mundo digital los científicos han creado nuevos soportes para la transmisión de la cultura escrita. El libro electrónico, la tableta y el teléfono móvil han sido, en lo que respecta a su uso como soporte de los signos escritos, una respuesta digna de los tiempos pero que mucho nos tememos tienen la misma fecha de caducidad, la misma obsolescencia que el libro de papel. Esa es la verdadera amenaza para la cultura de la palabra escrita. Lo de menos es el soporte del papel o el electrónico. A pesar de todo pervive en nuestros tiempos el prestigio de la cultura escrita y en esa medida, el libro de papel, objeto todavía de deseo, se mantendrá mientras sus costes de producción y de distribución compitan con las tecnologías del libro digital.
La globalización, el ascenso de nuevas civilizaciones al poder mundial, el papel de la ciencia y de sus lenguajes. Esos serán los ejes de cambio que determinen el futuro de la palabra escrita. Unos dicen que el libro de papel será un objeto de museo en pocas generaciones. Otros que su facilidad de reproducción o los nuevos libros electrónicos les podrán sustituir con éxito. Pero lo posible es que ninguno de los dos mantendrá la hegemonía en los procesos de transmisión de la ciencia y la cultura. Seguro que nosotros, los que hemos nacido en el siglo XX no lo veamos. Como en las películas de ciencia ficción nuestros nietos y bisnietos se entenderán con códigos y lenguajes nuevos. Pero previsiblemente seguirán hablando -en la intimidad como aquel otro- español, francés, catalán y hasta en chino. Y mientras eso pase, los libros, de papel, la tableta o el teleprompter seguirán a nuestro lado. Porque por encima de la cultura escrita seguiremos hablando entre nosotros. La palabra perderá su espacio como transmisor de ciencia pero los sentimientos, la poesía, seguiremos transmitiéndolos mediante la palabra. Y con los sentimientos, las emociones y la palabra que los representa pervivirá la literatura. Nos queda la palabra como nos avisó Gabriel Celaya. Larga vida al libro.
Compra libros en librerías pequeñas, haz el favor. Y ahora que estás encerrado recurre a pedirlos a través de todostuslibros.com
Buena lectura
Ángel"
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