6 de noviembre de 2020
Hemos celebrado el Día de los Muertos, como titulan en México, en confinamiento. Soy de una generación que ha vivido desde niño el significado de ese día. Hoy creo que no se lleva a los niños a visitar cementerios. Entonces sí. El día estaba impregnado de emociones contenidas. El ritual de las flores o el de la búsqueda de las tumbas o nichos familiares dentro del laberinto imposible de un cementerio metropolitano de tan enorme extensión como el del Este. El regreso pasando disimuladamente por el monumento funerario de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, otro ritual familiar esotérico para la mente de un niño.
Desde aquellos tiempos tengo considerados los cementerios como un espacio mágico, un lugar de devociones y de compromiso con la vida y con la muerte. Por eso he querido elegir una de mis fotos del cementerio de Luarca como portada de esta entrega del Diario. Y con ello, también, he querido rendir homenaje a un vecino de ese hermoso pueblo del occidente asturiano que se llamaba José Ameal, uno de los supervivientes, puede que el último, de la famosa gripe española del 18. Tenía pocos años cuando casi milagrosamente superó aquella enfermedad. Murió este último mes de mayo atrincherado en su casa para defenderse del coronavirus con el peso de sus 105 años. Si van alguna vez por Luarca no olviden visitar el cementerio municipal. Es un soberbio monumento y un lugar con unas vistas maravillosas. Conozco a más de uno que lo ha elegido como su última morada.
Escribía el otro día sobre la responsabilidad personal como la más importante barrera defensiva ante la pandemia. Por supuesto que por encima de ella, la línea más decisiva no puede ser otra que la responsabilidad comunitaria. O la responsabilidad social. O la de los gobiernos y las instituciones. No son incompatibles y sin alguna de ellas nada funciona. Pero es cierto que cuando contemplamos tanta irresponsabilidad, tanto irresponsable, por nuestras calles y nuestros centros de poder necesitamos alzar la única muralla defensiva a nuestro alcance. Que no es otra que la de la responsabilidad personal indeclinable e irrenunciable.
Esa responsabilidad incluye el difícil trabajo de informarse bien. Tarea casi imposible dado el pandemónium de ruido ambiental que padecemos. Rumores, consignas, autoengaños. No queda otra que buscar referentes honestos y huir de monsergas y manipulaciones. No tengo recetas que dar. Hay periodistas, médicos, epidemiólogos y hasta políticos que ofrecen buena información. Pero hay otros, en las cuatro categorías que prefieren ejercer de magos o de brujos. Distinguir las voces y los ecos se vuelve fundamental.
Y ahorita mismo vayamos con el sueño. Esta vez indescifrable, oscuro. Al contrario que el de la semana pasada tan transparente y musical. Pero es lo que hay
Es un café muy grande, posiblemente en Asturias. Enfrente veo una carnicería antigua según alguien me indica. Debe tener cuadra y terreno de pasto. Hay muchos pasando por la calle que van desnudos como si fuese una villa nudista.
Discuto con una mujer sobre si fue ella quien regaló una tarta para el cumpleaños de alguien. Me he equivocado de persona y de repente me acuerdo de quién fue. Estoy con unos amigos. Nos vamos pues alguien ha entrado, creo que es un tío mío acompañado de unos niños desnudos. Pienso que me ha reconocido por un espejo.
Luego vamos como a una fábrica a hacer alguna compra pues en la puerta te entregan una cesta de esparto. Esa cesta la tenemos que colocar y atar en una especie de barandilla mientras subimos. Al final entramos en una habitación donde hay muchas máquinas. Una persona nos recibe. Me da las gracias por haberle asesorado. Discutimos sobre capitanes generales y sargentos de hierro. La conversación sigue y trata de la importancia de no dejarse asustar y de lo necesario qué son las jerarquías para que te respeten. Parece ser que el asesoramiento que me agradece fue porque en su día le dije que tuviera cuidado con su personal.
El sueño parece difuminarse aunque al final asisto a una sesión de fuegos artificiales. Alguien a mi lado comenta: estos asturianos siempre arreglan todo con dinamita.
Hemos celebrado el Día de los Muertos, como titulan en México, en confinamiento. Soy de una generación que ha vivido desde niño el significado de ese día. Hoy creo que no se lleva a los niños a visitar cementerios. Entonces sí. El día estaba impregnado de emociones contenidas. El ritual de las flores o el de la búsqueda de las tumbas o nichos familiares dentro del laberinto imposible de un cementerio metropolitano de tan enorme extensión como el del Este. El regreso pasando disimuladamente por el monumento funerario de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, otro ritual familiar esotérico para la mente de un niño.
Desde aquellos tiempos tengo considerados los cementerios como un espacio mágico, un lugar de devociones y de compromiso con la vida y con la muerte. Por eso he querido elegir una de mis fotos del cementerio de Luarca como portada de esta entrega del Diario. Y con ello, también, he querido rendir homenaje a un vecino de ese hermoso pueblo del occidente asturiano que se llamaba José Ameal, uno de los supervivientes, puede que el último, de la famosa gripe española del 18. Tenía pocos años cuando casi milagrosamente superó aquella enfermedad. Murió este último mes de mayo atrincherado en su casa para defenderse del coronavirus con el peso de sus 105 años. Si van alguna vez por Luarca no olviden visitar el cementerio municipal. Es un soberbio monumento y un lugar con unas vistas maravillosas. Conozco a más de uno que lo ha elegido como su última morada.
Escribía el otro día sobre la responsabilidad personal como la más importante barrera defensiva ante la pandemia. Por supuesto que por encima de ella, la línea más decisiva no puede ser otra que la responsabilidad comunitaria. O la responsabilidad social. O la de los gobiernos y las instituciones. No son incompatibles y sin alguna de ellas nada funciona. Pero es cierto que cuando contemplamos tanta irresponsabilidad, tanto irresponsable, por nuestras calles y nuestros centros de poder necesitamos alzar la única muralla defensiva a nuestro alcance. Que no es otra que la de la responsabilidad personal indeclinable e irrenunciable.
Esa responsabilidad incluye el difícil trabajo de informarse bien. Tarea casi imposible dado el pandemónium de ruido ambiental que padecemos. Rumores, consignas, autoengaños. No queda otra que buscar referentes honestos y huir de monsergas y manipulaciones. No tengo recetas que dar. Hay periodistas, médicos, epidemiólogos y hasta políticos que ofrecen buena información. Pero hay otros, en las cuatro categorías que prefieren ejercer de magos o de brujos. Distinguir las voces y los ecos se vuelve fundamental.
Y ahorita mismo vayamos con el sueño. Esta vez indescifrable, oscuro. Al contrario que el de la semana pasada tan transparente y musical. Pero es lo que hay
Es un café muy grande, posiblemente en Asturias. Enfrente veo una carnicería antigua según alguien me indica. Debe tener cuadra y terreno de pasto. Hay muchos pasando por la calle que van desnudos como si fuese una villa nudista.
Discuto con una mujer sobre si fue ella quien regaló una tarta para el cumpleaños de alguien. Me he equivocado de persona y de repente me acuerdo de quién fue. Estoy con unos amigos. Nos vamos pues alguien ha entrado, creo que es un tío mío acompañado de unos niños desnudos. Pienso que me ha reconocido por un espejo.
Luego vamos como a una fábrica a hacer alguna compra pues en la puerta te entregan una cesta de esparto. Esa cesta la tenemos que colocar y atar en una especie de barandilla mientras subimos. Al final entramos en una habitación donde hay muchas máquinas. Una persona nos recibe. Me da las gracias por haberle asesorado. Discutimos sobre capitanes generales y sargentos de hierro. La conversación sigue y trata de la importancia de no dejarse asustar y de lo necesario qué son las jerarquías para que te respeten. Parece ser que el asesoramiento que me agradece fue porque en su día le dije que tuviera cuidado con su personal.
El sueño parece difuminarse aunque al final asisto a una sesión de fuegos artificiales. Alguien a mi lado comenta: estos asturianos siempre arreglan todo con dinamita.
Posdata.
Tendremos nuevo presidente en EEUU. Enhorabuena. El Día de los Muertos también se celebra en la metrópoli del mundo.
Besos para todos
Ángel
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