Artigo publicado por José Mª Rodríguez Díaz no seu blog O Cargadoiro (xa non funcional) o xoves 21 de setembro de 2006.
• Publicado por jmrd_ribadeo a las 20:46
ERA INEVITABLE
La desgracia se ha cebado este verano en nuestra verde Galicia. Un manto gris oscuro cubre una gran parte de su superficie. Son las cenizas en que acabaron muchos de sus bosques y zonas verdes. En pocos días, el fruto de largos años de crecimiento se evaporó. Sobre las causas de este infierno devastador se ha escrito mucho en la prensa. Las noticias y los comentarios sobre este desastre se han sucedido diariamente en la prensa. Preguntas como: ¿Quién quema el monte y porqué? ¿Qué ocultas razones puede haber para hacerlo? Son preguntas aún no contestadas. De los gabinetes de estudio, dedicados a investigar estos hechos, se esperan respuestas, que quizás nunca van a llegar. Y de los políticos, soluciones, para que esto no vuelva jamás a ocurrir. Es cierto que los montes no están cuidados como lo estaban antaño, porque la forma de vida en el campo ha cambiado. Es cierto que hoy la maleza los cubre; pero, todos sabemos que la maleza no quema los montes. Se encuentran sobreexplotados por el monocultivo del eucalipto; pero el eucalipto no quema los montes. Las poblaciones abandonan el medio rural; pero eso tampoco quema los montes. ¿Entonces, quién quema los montes? ¿Es el revanchismo o la esquizofrenia? ¿La especulación del suelo o los intereses políticos? Parece que nadie lo sabe y, quizás, nunca se sepa. Pero lo cierto es que el monte se quema. Y a esto hay que ponerle remedio. Y el remedio no está en que los propietarios del monte paguen los gastos que cuesta apagarlo. Porque ellos no queman el monte. Desconozco el camino para alcanzar este objetivo. Pero hay algo que quiero aquí destacar, porque nadie se atreve a mencionarlo, y lo considero importante.
Se trata de un problema ancestral que nos sitúa ante una política forestal deficiente. Es la ausencia de infraestructuras forestales de las que Galicia siempre fue víctima. La carencia de modernos viales para poder prestar un servicio que permita el fácil acceso a los montes, con los medios modernos de que hoy se dispone. Mientras no llegue la inevitable concentración de los montes, única solución para su explotación racional, es prioritario dotarlos de una red viaria, cómoda y apropiada, para acceder a ellos. Sin esos viales los montes no se pueden mantener limpios, no pueden ser adecuadamente explotados, el fuego no puede ser combatido, ni, una vez quemados, pueden ser recuperados. Porque se trata de terrenos muy montañosos, de difícil acceso, de fuertes pendientes y ocupados por tupidos bosques de eucaliptos, a los que se accede por antiguos caminos de carro. Los montes del concejo de Ribadeo, en concreto, disponen de una red viaria de acceso de cientos de años de antigüedad, concebida para carros de bueyes, por los que los modernos vehículos no pueden moverse. Si mañana se declarase un incendio estaríamos condenados a contemplarlo, pasivamente, sin poder hacer nada para evitarlo.
Las promesas que hiciera el alcalde de Ribadeo, en su campaña electoral, de dotar a los montes de las adecuadas pistas de acceso, se quedaron en vanas palabras. Nada hizo en este sentido, a pesar de los medios que le ofrecieron la Diputación y la Xunta, y que otros concejos supieron aprovechar. Y ante este abandono del regidor, el pueblo ribadense sigue mayoritariamente callado y pasivo, sin decir nada. Luego, cuando la desgracia se cebe en los montes, se dirá que era inevitable, que se veía venir y que nada se podía hacer. Ni siquiera exigirle al alcalde el cumplimiento de sus promesas. Y la gente se preguntará: ¿Se podría haber evitado esta desgracia? ¿Llegaron los efectivos a tiempo para apagarlo? ¿Estaban los montes cuidados como debían estar?
Y a mí, al decir esto hoy desde aquí, me vienen a la memoria aquellas palabras del ama y la sobrina de D. Quijote, referidas a la locura de su señor, cuando intentaban disuadirle para que abandonara las aventuras de la malandante caballería: "Todo es predicar en desierto y majar en hierro frío".
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