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CUANDO LA VERGÜENZA SE PIERDE . José María Rodríguez Díaz (2007)

   De novo, azotando ós corruptos, en certo xeito en liña co artigo 'cando a lei non se cumpre' que escribira eu certo tempo antes.

Martes, 03 de abril de 2007

CUANDO LA VERGÜENZA SE PIERDE 

Publicado por jmrd_ribadeo a las 21:14


Sentir vergüenza, decía Aristóteles, es uno de los indicadores más inequívocos de que todavía no hemos perdido del todo el sentido de lo ético en nuestras vidas. Ruborizarse, es la consecuencia de ser conscientes de la maldad o de la inmoralidad de los actos que practicamos. La ausencia, en cambio, de rubor y de vergüenza indica que las personas se han vuelto inmunes ante a la inmoralidad de las acciones. Lo que hoy más apena a la gente es constatar que muchos de los políticos que se dedican a la gestión de lo público en nuestros concejos, ni sienten vergüenza, ni se ruborizan frente a los actos corruptos y deshonestos que constantemente practican. Es más, muchos de ellos sienten una especie de inmunidad frente al arrepentimiento y se sienten reacios al cambio de actitudes.  Esos tales no sienten vergüenza, ni se ruborizan, cuando en los plenos votan los suculentos sueldos de que se han de dotar a si mismos por su dedicación al servicio del pueblo en el concejo. No sienten vergüenza, ni se ruborizan, tampoco, cuando, al mismo tiempo que perciben sus sueldos, se fijan las dietas por asistir a los plenos o representar al concejo. No sienten vergüenza, ni se ruborizan, cuando benefician a sus amigos con sustanciosas prebendas en el concejo o cuando condonan a sus amigos las tasas que deben pagar a las arcas municipales como cualquier ciudadano. No sienten vergüenza, ni se ruborizan, cuando utilizan los recursos públicos a su capricho y antojo, sin criterios de rentabilidad, honestidad y seriedad. Es en esos momentos, cuando todo esto sucede, cuando la reacción frente a una gestión pública tan inmoral, por parte de los servidores del pueblo, crea una profunda indignación en los ciudadanos que sostienen los concejos con su trabajo y sus impuestos.
Y cuando en ellos se dan esas actitudes, tan reprobables, es porque, a pesar de lo que prometen y dicen, no aman al pueblo. Sólo se fijan en él en tiempos electorales para engañarlos y arrancarles el voto y con el voto el poder, invocando muchas y falsas promesas, para utilizarlo en su beneficio. Pero una vez instalados en el consistorio y conseguido el poder hacen luego sus maniobras de espaldas al pueblo y lo ignoran en sus actuaciones.
¿Qué ciudadano no siente indignación y vergüenza de tener por representante suyo a gente de esta ralea? Quienes así actúan olvidan que la gestión municipal, ejercida como poder delegado que ostentan, no es sólo una gerencia técnica de los asuntos municipales y relativos al bien común. Debe ser, sobre todo, una gerencia ética, que represente los valores de la ciudadanía entre los cuales está la transparencia.
Es, por lo tanto, responsabilidad de los vecinos y ciudadanos velar y exigir a esos representantes del pueblo que vivan esos valores en la gestión y no los quebranten con sus prácticas corruptas y “sinvergüenzas”.
Puede que existan, todavía, gestores públicos que, sin duda, tienen la ética como bandera y que confieren dignidad a su función. Personas que hacen pensar que no está todo perdido. Hablar, sin embargo, sobre su número trae a mi memoria aquella imagen bíblica del regateo que Lot mantuvo con Yaveh sobre el número de justos que podía haber en Sodoma. Si había alguno, eran muy pocos, porque, ante el silencio de Lot, Yaveh condenó Sodoma a la destrucción. Y políticos justos y éticos entre nosotros, sin duda, los hay. Pero, ¿habrá más que en Sodoma?-

José Mª Rodríguez

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