Un dos temas recurrentes de José María foi a representación das autoridades civís nos actos relixiosos. Antes de comezar coa reprodución desta recompilación de artigos do seu extinto blog, xa contaba con diversas citas deste estilo en Ribadeando, insertando as súa palabras de xeito independente ou citadas en artigos escritos por min, así como había outros artigos nos que trataba o tema de xeito semellante a como o podería facer José María, como na entrada Semana Santa?, A auga pasada ou Procesións e fauna.
Jueves, 15 de marzo de 2007
NEFANDO ADUNTERIO (0)
• Publicado por jmrd_ribadeo a las 16:43
Somos muchos aún los que recordamos aquellas solemnes procesiones de semana santa, recorriendo las calles de nuestras ciudades en tiempos del nacional catolicismo. Procesiones presididas siempre por las autoridades civiles de turno, con sus bastones de mando y sus trajes de gala, formando en ellas después del párroco o del obispo. Muchos años han pasado ya desde entonces y han tenido lugar muchos cambios. Uno de ellos, y no el de menor importancia, es el haber pasado de un estado confesional, en el que Iglesia y Estado caminaban unidos, a una forma de gobierno democrático, en el que cada uno busca sus fines por separado. Nos hemos dotado de una Constitución que nos define como un estado aconfesional, (1) en el que ninguna confesión religiosa tiene carácter estatal. Pero parece que el cambio no ha afectado a las procesiones. Siguen siendo las mismas, presididas por las mismas representaciones civiles, dando, a veces, la impresión de que nada desde entonces ha cambiado. Y mientras Zapatero se empeña en romper los moldes tradicionales de la cultura cristiana heredada, con un laicismo de nuevo cuño, no faltan quienes, fieles a una concepción cesaropapista del Estado, siguen empeñados en que las autoridades civiles sigan presidiendo en nuestras calles las manifestaciones públicas de los misterios sagrados de la Semana Santa. Mientas que la Conferencia Episcopal reconoce la galopante laicidad de la sociedad española y la disminución de sus fieles, las manifestaciones de la Semana Santa, con sus pasos y procesiones, proliferan cada vez más y con más esplendor. Avanza el laicismo y la sociedad se confiesa menos creyente, pero las procesiones de la Semana Santa cobran más protagonismo. ¿Cómo se explica este raro fenómeno? ¿No estaremos ante una clara utilización de lo religioso en beneficio de intereses profanos? El marcado exhibicionismo que impera en muchas procesiones de Semana Santa, con el baile de sus imágenes y otras extravagancias, menoscaba su espíritu original y su sentido piadoso, convirtiéndolas en puro espectáculo. Un espectáculo de masas, declarado 'de interés turístico' en muchos lugares, con gran satisfacción de la jerarquía. No van por otro camino las manifestaciones que hacía en la prensa, el año pasado, la portavoz de la junta de Cofradías de Viveiro cuando afirmaba: 'cuanta más promoción de la Semana Santa, más riqueza'. Y hasta se llegó al extremo de celebrar, en esta citada villa, una segunda Semana Santa para los niños, a imitación de la primera. Es decir, la utilización descarada de lo sagrado en favor de lo comercial. Lo que hoy, sin ningún pudor, se denomina 'turismo religioso'. Estamos ante la misma situación que provocó la expulsión por Jesús de los mercaderes del templo.
Y de esta inadecuada utilización de los misterios sagrados los dos estamentos son responsables. El clero por permitirlo y los políticos porque, en vez de colaborar con la Iglesia desde la laicidad del Estado, con su respeto, se sirven de ella para sus fines. ¿Por qué, sino, aquellos que juraron cumplir la Constitución se prestan a presidir las procesiones, como pasa en Ribadeo? Justifican su postura amparándose en el carácter representativo que tiene su presencia en estos actos. Quienes esto defienden cometen el error de interpretar las procesiones como un mero acto social que pueden capitalizar en su beneficio. Ignoran que el fin de las procesiones y los demás actos de culto es congregar a los fieles para explicitar y celebrar su fe. Es dudoso que el estamento eclesiástico preste un mejor servicio a la Iglesia con estas actitudes de complacencia con los poderes civiles. La separación entre la Iglesia y el Estado parece que no tiene aún unos contornos bien definidos. Trono y Altar, no son una buena combinación. Ya lo decía Curros Enríquez: 'De Cristo a mástica esposa / fixo nefando adulterio / e a súa falta vergonzosa / non terá perdón divino / senón cando a Cristo torne / dos brazos de Constantino'. Una cosa es que la Iglesia y el Estado traten de fomentar conjuntamente los valores morales y éticos fundamentales de la persona y otra distinta que mantengan aún actitudes propias de otros tiempos pasados. Los problemas del hombre no se resuelven con el retorno de la Iglesia a los tiempos del Dies irae.- (2)
1 Art. 16.3: "Ningunha confesión terá carácter estatal. Os poderes públicos terán en conta as crenzas relixiosas da sociedade española e manterán as conseguintes relacións de cooperación coa Igrexa católica e as demais confesión".↩
2 Nunha rara excepción, aquí había unha cita, que dirixía a https://www.atrio.org/?p=568 e que, se se segue, leva a unha páxina na que da un erro.↩
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