Deixo a cabeceira do título todo con maiúscula aínda que me gustaría, no caso de corrupción, facelo con minúscula para resaltar o sometemento da corrupción ó poder. Máis aínda cando a corrupción acompaña nas novas dende a mañá á noite, á vista ou camuflada de diversos xeitos, e España está a escalar postos na lista de países corruptos. A análise de José María refírese neste caso a un fondo eterno...
Viernes, 29 de febrero de 2008
Corrupción Y PODER
• Publicado por jmrd_ribadeo a las 20:58
“Habla, pueblo, habla”, grita estos días la clase política. Pero a pesar de esta apremiante llamada a las urnas para participar en las elecciones cada vez es mayor el escepticismo de los ciudadanos provocado por los muchos casos de corrupción que últimamente han salido a la luz en nuestro país. Una situación de apatía provocada por el comportamiento de esa clase política. Y nada impide pensar que en el futuro no vaya a seguir siendo igual o aún peor. ¿Pero, por qué aumentan los casos de corrupción?
A Lord Acton se le atribuye aquella frase famosa de que “el poder tiene tendencia a la corrupción y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Una frase que se cita siempre en contextos de corrupción, sobre todo en el ámbito de la política. Son tantas las experiencias que la historia acumula sobre la relación del poder con la corrupción que esta afirmación se ha convertido en un axioma, muy utilizado en estos últimos tiempos en los que tan numerosos han sido los casos de corrupción.
¿Por qué corrompe el poder? Porque el que lo ostenta sucumbe a los malos instintos que a veces anidan en el corazón. Son las pasiones desordenadas que Agustín de Hipona atribuyó al pecado original, fuente y origen, según él, de todo mal. De la combinación que se establece entre ambos nace la corrupción. Una palabra que en su sentido etimológico, -corazón (cor) roto (ruptus)- nos lleva a cor-rupción, que es el desorden en el que cae el corazón, roto por la combinación desordenada de pasión y poder.
¿Cuál es el motivo o la causa que estimula la corrupción? Pueden ser, entre otras, el poder, la influencia, la promoción personal, la posición social, el culto al éxito, los regalos, los sobornos, el nepotismo y el amiguismo, pero, por encima de todo, el dinero. Y el marco necesario para que esta situación se produzca entre los que ejercen el poder es siempre el secreto con el que ocultan sus actos, inmorales e ilegales. Por eso, los corruptos son enemigos, tanto de la publicidad y de la transparencia, como de la participación ciudadana en las decisiones que se adoptan desde el poder. Su mejor arma es la opacidad. Y así, aquellos que antes gritaban al pueblo: “habla, pueblo, habla”, tratan de silenciarlo después diciendo: “calla, pueblo, calla”.
¿Cómo superar la corrupción? Para empezar, se ha de confiar-desconfiando siempre del ser humano, aunque nos prometa el paraíso, porque nadie es inmune al dominio de las bajas pasiones. Nada de cheques en blanco. La condición indispensable es evitar la concentración del poder en una sola persona o en pocas manos. Para evitar esta lacra fue pensada, precisamente, la división de poderes. A esto hay que añadir el control que debe ejercer la sociedad reclamando la transparencia en todos los procedimientos y la rendición de cuentas de la gestión. Los medios de comunicación están, también, llamados a jugar un papel fundamental para ejercer el control de la corrupción. Su papel es contribuir a la publicidad y a la transparencia de las actuaciones de los políticos. Y, finalmente, nada de inmunidad; imponer el oportuno castigo a los corruptos con fuertes penas por el daño hecho a la sociedad con sus actuaciones corruptas.
La vida de muchos concejos se está viendo muy afectada últimamente por la proliferación de casos de corrupción en los cuales el urbanismo suele tener un papel importante. Y no son ajenos a este fenómeno ciertos personajes que proliferan en el entorno de los concejos, los caciques de siempre, que mediante el manejo de oscuros hilos pretenden dirigir la política municipal en su beneficio. Un claro ejemplo lo tenemos en Ribadeo con la pretendida regularización de los edificios ilegales con la que la Corporación pretende dejar impunes las infracciones cometidas por algunos promotores.
Los cargos políticos están obligados a ser una instancia de ética frente a los valores de la ciudadanía y de transparencia en la administración de lo público. Y los ciudadanos tenemos el deber y el derecho a expresar, con nuestra actitud crítica, nuestra opinión y censura sobre la gestión que desarrollan nuestros representantes y a exigirles que vivan y practiquen valores de ética. ¡Ojala nuestros gestores municipales pudieran decir aquello que dijo Sancho Panza cuando abandonó el gobierno de la Ínsula Barataria: “Yo entré desnudo en el gobierno y desnudo salgo de él”.-
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