Anos despois, a lectura deste escrito matiza as afirmacións e preguntas de José María, pero non as suprime.
Viernes, 09 de octubre de 2009
EL GAYÁS DE RIBADEO
• Publicado por jmrd_ribadeo a las 18:11
Del Gayás de Santiago, ese «agujero sin fondo» de la economía gallega, se han escrito muchos comentarios y se han dicho muchas cosas. Los periódicos nos inundan todos los días con noticias sobre los gastos suntuosos que representa. La voracidad con que diariamente va consumiendo los fondos públicos choca contra la suerte de tantos gallegos que, día tras día, caen en la miseria víctimas de la crisis. Del Gayás de Ribadeo, casi nadie se ocupa; apenas se ha dicho nada. Pero el futuro que le espera hará correr, sin duda, ríos de tinta y, sobre todo, de sudores municipales cuando empiecen a llegar las facturas de su funcionamiento.
Del de Santiago se ha dicho, entre otras cosas, que era el producto de una soberbia ‘arroutada’ de Fraga destinada a ser su mausoleo. Se ha dicho que era la prueba del nueve de la incapacidad, la improvisación y la ligereza presupuestaria de los sucesivos gobiernos de la Xunta para administrar los recursos. Se ha escrito que su futuro estaba aún sin definir y que no se sabía a qué se iba a destinar o para qué iba a servir y a cuánto iba a ascender su coste final. Que se ignoraba cómo y cuándo estaría operativo y qué contenidos tendría. En fin, un conejillo de indias en manos de los partidos que uno tras otro se fueron sucediendo en el gobierno de la Xunta, sujeto a toda clase de experimentos y tanteos, dirigidos todos ellos a apaciguar las protestas de los gallegos que pagan con sus impuestos tamaño delirio, mientras la gente se queda en el paro por cierre de empresas. Su importe económico se ha desbordado, sin saber a cuánto ascenderá finalmente la inversión total, mientras se ignoran otras necesidades más perentorias para Galicia. Y a día de hoy las cosas siguen igual, sin saber qué hacer ni qué destino tendrá un proyecto que ya resulta tecnológicamente anacrónico y estéticamente ya superado para el siglo XXI. Y en todo caso, la cultura que necesita Galicia hay que impartirla en las aulas a lo largo del territorio arreglando colegios y contratando maestros y no concentrarla en el Gayás. Pero, así es cómo los políticos hacen, a veces, las cosas, protegidos por la impunidad que les da el poder de la partitocracia, una especie de dictadura con la que imponen sus criterios y su voluntad al sentir general y a las necesidades del pueblo.
Ribadeo, a imitación de Santiago, también tiene su pequeño Gayás, que no es otro que el ascensor de la Atalaya, fruto de las fantasías de un soñador, que, con su megalomanía, al igual que el mentor del de Santiago y sin pararse a pensar en las consecuencias, quiso también dejar la huella de su paso por nuestra alcaldía, ad perpetuam rei memoriam, como recuerdo de su buen hacer (¿?) a las venideras generaciones. Y lo mismo que el de Santiago, que pretenden bautizarlo con el nombre de su mentor, también nosotros pedimos que el ascensor de Ribadeo sea bautizado con el nombre de su ideólogo para recuerdo de su memoria.
Sobre el mamotreto de Ribadeo también cabría hacer la mismas preguntas que sobre el Gayás. Porque, al igual que el de Santiago, nuestro ascensor tampoco tiene asegurada su viabilidad frente a un futuro económicamente incierto. El tiempo pronto desvelará la incógnita de algo que simplemente se ha dado por supuesto, sin que se haya hecho estudio alguno que avale su necesidad, su utilidad y su sostenibilidad económica. Porque lo malo no es el excesivo coste de su instalación, que también, sino el desmesurado coste del mantenimiento y funcionamiento al que los ribadenses habrán que hacer frente. Las preguntas sobre estos extremos son simples: ¿Era necesaria esta obra para los ribadenses? ¿Cuánto va a costar mantener este artefacto en funcionamiento? ¿Quién se va a hacer cargo de los costes de energía, conservación y personal necesario para su funcionamiento? ¿Va ha hacerse Costas cargo del coste? ¿O será acaso el concejo con más de cinco millones de deuda en sus arcas, o quizás los posibles usuarios del ascensor? En la primera de las hipótesis, ¿tiene la caja municipal suficiente capacidad para hacer frente a este gasto, innecesario y superfluo, o se verá obligado el concejo, una vez más, a subir los impuestos a los contribuyentes para hacer frente a este gasto? En la segunda hipótesis, ¿se ha hecho algún estudio sobre el posible coste que va a representar y su asunción por los usuarios? ¿Está justificada esta inversión? Son estas algunas preguntas, que ya hemos hecho otras veces, de las que no se conocen respuestas. Ya sabemos que la administración local tiene solución para todo. Pero, lamentablemente, a costa de subir los impuestos a los contribuyentes. Y esa política actual, tan de moda, consistente en subir los impuestos para que algunos políticos se pongan medallas a costa del pueblo, está llevando al caos nuestra economía.
Todo eso sin entrar a valorar la justificación de tamaña inversión de dinero público en los actuales momentos de crisis, olvidando que, en todo caso, se pudo haber invertido en otras necesidades más perentorias del casco antiguo de nuestra villa. Pero, además, ¿se ha evaluado el daño arqueológico y paisajístico que esta instalación representa para el espacio histórico y tradicional de la Atalaya y para la imagen paisajística del entorno de la ría y de la villa de Ribadeo? Mientras que en la alta Edad Media la villa de Ribadeo reservó su mejor espacio público para disfrute del pueblo, tanto en su vertiente religiosa como social, la actual especulación del turismo, que somete todo al beneficio económico, dirigida por un alcalde que, actuando sin escrúpulos ni respeto hacia la historia y la cultura, se encargó de sacrificar el más hermoso y bello rincón de Ribadeo. Y como resultado de esa forma de gobernar y ante la pasividad y la apatía de los ribadenses, nació este monumento que, como un nuevo muro de la vergüenza, se interpone elevándose entre la Atalaya y la ría para despojar a ese histórico rincón -y a Ribadeo- de la mejor vista panorámica que tenía esta villa. Un nuevo servicio con el que nuestro concejo se ha echado encima una losa más que va a lastrar la economía municipal condenándola a permanecer constantemente en números rojos. Eso sin hablar de los costes de la nueva Oficina de Turismo que pretenden instalar en la base del ascensor.
He ahí un monumento erigido al feísmo, situado en uno de los rincones paisajísticos más hermosos de Ribadeo y ante el cual es inevitable la sensación de estar en presencia de un “cuerpo extraño”. Al contrario de la Ciudad de la Cultura del monte Gayás, que supo adaptarse a su entorno, el ascensor no logró fundirse con el medio natural que le rodea sino que, visto desde la ría, tiene la apariencia de un gigante pegado al promontorio del litoral. Pasará el tiempo que todo lo borra y ahí quedará como expresión de derroche del erario público y de mal gusto, como quedaron otras tantas cosas, fruto de la ignorancia y de la ligereza de nuestros gestores.
Los criterios manifestados en los medios por el Subdirector General de Sostenibilidade de la Costa, en defensa del ascensor de la Atalaya, ni son infalibles ni representan el sentir de los ribadenses. Sus más que discutibles actuaciones en la costa lucense dan buena prueba de los dudosos criterios de este Ente a la hora de respetar el entorno. Como muestra de lo que digo ahí está el paseo que hizo en Aguas Santas.
¿Y qué opina la oposición política de Ribadeo de la obra del ascensor? Porque la postura del BNG está clara al haber asumido como suyo este proyecto de su socio político del pasado mandato de cuyas decisiones es corresponsable. Pero, ¿y los grupos de la oposición? Ni están ni se les espera.-
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