O Nadal parece un tempo de paradoxos. Na realidade, coido que non é nese sentido máis especial ca outras épocas do ano. Mais as contradicións teñen quizáis máis posibilidades de evidenciarse. Por exemplo, coa iluminación. E non me estou referindo os brilantes absurdos de competición como Vigo e outras vilas que queren ser tamén famosas polo mesmo concepto (e atraer visitas a toda costa coa esperanza de fomentar o comercio, sen pararse noutras consideracións ou prexuízos). Non. En calquera vila poden verse desigualdades. Desigualdades ás que moitas veces estamos afeitos, de tan 'tradicionais' que son. Unha secuencia moi pequena de fotos, (mesmo algunha, movida) dende o centro da vila a partes máis afastadas pode servir para amosalo (máis ben, para lembrar algo que xa se sabe):
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Parque / Pza. España
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Avda. Galicia
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R/ Vilalba
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R/ Luz Pozo Garza
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R/ Pintor Fierros
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2 comentarios:
No son los unicos lugares dentro de Ribadeo sin iluminar. La rua San Francisco hasta ayer lucía upnos medallones con peregrinos y conchas de vieira que no son nada apropiados para estas fechas. El parque estaba sin luz ninguna exceptuando el balcón del Concello. Ayer debieron comprar tiras de luces en los chinos e iluminaron algo, pero con una enorme pobreza. Imagino que con todo el dispendio de carpas y un monton de eventos que ya sabemos por ediciones anteriores que resultan ruinosas, este gobierno se ha quedado sin fondos para alumbrar a todos los ribadenses.
Respuesta a “Navidade, desigualdade”
Al leer el pequeño post de mi amigo y profesor, aunque sea un texto breve, me ha
surgido la idea de contestarle, porque me parece que es y será uno de los temas centrales de
debate político en los próximos años. Y es que el problema de “el cálculo económico”
(entendido por la definición de Ludwig von Mises ) fue y será un tema muy discutido, más aún
en estos días, cuando ha ascendido al poder en Argentina el primer presidente de ideología
libertaria o anarco-capitalista.
Lo que nos plantea el cálculo económico es que una economía planificada siempre
tiene una gran dificultad para asignar los recursos limitados, pues depende de la subjetividad,
honradez y conocimientos del gobernante (alcalde, ministro, presidente, etc). Así por ejemplo,
un político local puede escuchar la demanda de que se mejore el sistema de salud de nuestro
pueblo. Un gobernante podría decidir gastar millones de euros en edificar un nuevo centro de
salud, otro podría comprar nuevas máquinas y aparatos más modernos y otro podría ampliar
cuantitativamente y cualitativamente el propio personal del centro. Otro ejemplo para que
entendamos lo pondré relacionado con la educación. Un gobernante atento y preocupado por
los resultados penosos del informe PISA (batiendo records a la baja en matemáticas, por
ejemplo), podría decidir que para mejorar la educación tendríamos que darle un ordenador y
una Tablet a cada alumno. Otro podría decidir invertir en infraestructuras y poner una escuela
en cada aldea u otro podría decir que esto sucede por la brecha de género y hay que invertir
más en igualdad.
Volvamos al tema que nos trae a colación. Las primeras preguntas que habría que
plantear serían: ¿son necesarias las luces de navidad? ¿Las hemos de instalar en noviembre o a
finales de diciembre? ¿Cuánto dinero tenemos para instalarlas? ¿Qué retorno económico nos
traen? ¿Cuánta energía debemos gastar en un entorno en el que nos encontramos de ahorro
energético? ¿Una vez instaladas deberían todas las calles tener sus luces? ¿Y qué pasa con las
aldeas? El buen gobernante debería tener respuesta a todas estas preguntas y quizás un ciento
de ellas más. Por ejemplo uno sabio y preocupado, analizaría los flujos de transeúntes, el
número y densidad de habitantes, la localización de los comercios, los puntos de
concentración de ocio y en una intrincada ecuación, con sus parámetros de sostenibilidad y
ahorro energético, resolvería la división exacta del presupuesto de iluminación. Otro con aires
de grandeza, iluminaría desde la ría a las catedrales cada zona o casa habitada. Otro optaría
por un simple árbol iluminado en el centro del pueblo. Las respuestas son infinitas, quizás
ninguna correcta y nunca se iluminará al gusto de todos.
Lo que nos propone la visión libertaria de la organización social, es que nadie es lo
suficientemente inteligente, objetivo y honrado para decidir de manera correcta qué y dónde
poner las luces y mucho menos con la pólvora del rey y no con la suya propia. Han de ser los
propios comerciantes e interesados locales los que decidan si quieren iluminar, cuánto, cómo y
dónde. Si les compensa o no y si ven algún lucro de ello. Unos podrían decir que sólo se
iluminarían las casas de los ricos, o que los empresarios no pensarían en las consecuencias del
gasto superfluo de electricidad. Pero este ya es un debate más largo.
Los buenos gobernantes nos hacen renunciar a la libertad, pues no hay nada más
cómodo que delegar. Los malos, los que llevan a los países a la ruina, como sucede en
Argentina y muchos vemos con miedo que suceda aquí cada vez que llenamos una cesta de la
compra, nos llevan a pensar, pese al trabajo que da, que sería mejor la libertad.
Feliz Navidad. Miguel López Figueroa
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